MIGUEL TERRAZA, CUANDO EL ESFUERZO TIENE RECOMPENSA

Vida y Tendencia30 de enero de 2023 Por Agostina Figueroa
Cuando tenía 12 años, ya ayudaba a su abuelo a hacer vino para el consumo familiar. Miguel sigue trabajando en la bodega, donde ya lleva 43 años, y actualmente se desempeña en el área de fraccionamiento.
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Miguel Terraza (64) nació en el paraje El Divisadero, a 6 kilómetros de Cafayate y a 1850 metros de altitud, desde donde puede contemplar los Valles Calchaquíes. 

Su padre era jornalero de la prestigiosa bodega de Don Arnaldo Etchart y cuando Miguel llegó a ser mayor de edad, comenzó a ser trabajador “golondrina”, ayudando a su padre en el trabajo de las viñas. “Él era un experto en conducir las plantas, hacer los injertos y desbrotes, y yo lo ayudaba en las podas y en el riego. Los hijos de Don Arnaldo, Arnaldito, Pablo y Marcos, eran chiquitos y jugaban entre las vides. Mi padre siempre me decía que nuestro lugar donde vivíamos, El Divisadero, era una zona ideal para hacer vino”, cuenta Miguel.

Miguel se casó con Patricia Suárez y tuvo dos hijos, Daniel y María Fernanda, por lo que tuvo que bajar a vivir al valle, a la ciudad de Cafayate, para que estos fueran a la escuela. Es el día de hoy, que debe alternar su vida entre ambos lugares. “Tengo mi casita en ambos lados”, dice.

Cuando cumplió 19 años ingresó a trabajar de modo efectivo en la bodega Etchart, pero ya con la clara intención de aprender todas las etapas y oficios que conlleva producir una viña y llegar a hacer vino de modo profesional, porque con su abuelo había aprendido a hacer un vino casero, muy rústico. “El enólogo de Etchart en aquel tiempo era Jorge Riccitelli, y en 1990 compró la bodega el Grupo Pernod Ricard. Aprendí a cuidar el vino, el cual debe mantenerse en un lugar muy higiénico, por ejemplo, para que luego pueda mantener su calidad por más tiempo”, recuerda. Miguel sigue trabajando en la bodega, donde ya lleva 43 años, y actualmente se desempeña en el área de fraccionamiento.

Miguel nos cuenta de sus comienzos: “Mi abuelo tenía su viñedo familiar en los años ’70, pero luego murió y todo se perdió. En 1998 decidí recuperar esa tradición familiar y comencé con los primeros plantines de malbec y luego, de torrontés, separados a un metro y medio de distancia, y en hileras dispuestas de norte a sur, para aprovechar la luz del sol. En 2004 elaboré mi propio vino y le puse como marca el nombre de mi padre, ‘Solín Terraza’. Él falleció en 2008, de modo que alcanzó a verlo y degustarlo. Produzco 2000 litros de vino malbec por año y 1000 de torrontés. Hace 6 años, planté syrah y cabernet sauvignon, y ya estoy por hacer vino. De éstos pretendo elaborar una bordalesa de cada cepa, es decir, 215 litros, que es su capacidad”.

Continúa: “Entre mi casa y mi terreno tengo menos de 1 hectárea. Hice una bodeguita familiar. Con el tiempo empecé a comprar uva criolla negra a mis vecinos, con la que elaboro mistela. Mucha gente cree que es un vino, pero no. Es un licor, ya que la uva no fermenta como el vino, sino que a un 80% de jugo de uva se le agrega 20% de alcohol vínico. El alcohol impide que fermente y se haga vino. Elaboro unos 1000 litros por año”.

Señala con orgullo, Miguel: “Mis vinos son orgánicos por naturaleza, porque en la montaña no hay contaminación alguna. El agua es dulce y nos baja del cerro Las Mesadas o, como otros lo llaman, Chorro Blanco. En cambio a Angastaco el agua le llega un poco salada. El viñedo está rodeado de cerros y cardones”.

Su primo, Enrique Terraza, vive a unos 100 metros más abajo de su casa. Tiene 70 años, pero no pierde las ganas de trabajar. Con su señora y sus hijos armó un hospedaje con servicio de comidas, como empanadas, tamales, humitas, carbonada, cabrito al horno, quesillo con dulce de cayote y demás. “Cuando me ausento de mi bodega, él me atiende a las visitas que llegan. Tenemos turismo todo el año, pero más en verano. Nos visitan europeos, de América del Norte y pasaron 3 italianos a los que les encantó nuestro malbec”, señala Miguel, sonriente.

Y VINIERON LOS RECONOCIMIENTOS

“Nuestro malbec obtuvo el premio Medalla de Oro 2010 en San Juan, Medalla de Plata 2018 en Lavalle, Mendoza, y Racimo de Oro 2019 en Lavalle, Mendoza. Mi hijo trabaja en una bodega y mi hija se dedica a gestionar trámites administrativos para varias bodegas. Él me ha dado un nieto, y ella, una nieta. Ansío que ellos continúen con este hermoso proyecto familiar, al que yo este año me dedicaré de lleno, luego de jubilarme. Mi señora es ama de casa, me ayuda con las vides y se ocupa de que todo esté lindo para recibir gente”.

Fuente: Bichos de Campo.

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